Se desliza el alma en la húmeda espesura, en el juego del tiempo muerto y la mente esquiva. Entra en este jardín secreto, de caminos y veredas dormidas. Este es el lugar donde trepan los sueños y se enredan los silencios de madreselvas y orquídeas. Ven al jardín de las mil palabras y la lengua muda; en su fresca penumbra te espero, sueño y vivo.
Todos los días él le
regalaba un "te quiero". Esas palabras volaban por la casa rebotando
de pared en pared hasta que, al final, decidió meterlas en un bote. Nunca
supo muy bien dónde colocarlo.
María, dispone este microrrelato de ternura sí, pero de un buen sentido del humor que descoloca, como el bote. Por otro lado, creo que los te quiero deben ser libres, nada de encerrarse ni encasillarse, y si rebotan mejor, eso es que están vivos.
María, dispone este microrrelato de ternura sí, pero de un buen sentido del humor que descoloca, como el bote. Por otro lado, creo que los te quiero deben ser libres, nada de encerrarse ni encasillarse, y si rebotan mejor, eso es que están vivos.
ResponderEliminarBuen microrrelato.
Saludos.