viernes, 18 de febrero de 2011

Una calle llamada "Libertad"







El comienzo
      Estar en aquel lugar, en el preciso instante en que sus pies se detuvieron, se le antojó un juego del destino. Una tentación imposible de vencer, aún a fuerza de remolonear junto a la fuente de la plaza. Contempló su sombra frente a sí, a la espera de que ella decidiera. Si emprendía el ascenso, la seguiría para evitar que se perdiera. Solamente por eso. Pero allí estaba, sujetando el deseo de probar aquellos escalones. Contuvo el aliento al contemplar la promesa prendida de sus muros: “Libertad”. Una palabra olvidada en la vigilia y anhelada en sus sueños. Imposible resistirse a cruzar al otro lado. Se preguntó qué habría al final del trayecto, sin una esperanza concreta; no importaba si el cielo, un abismo, o una torre almenada. Tan solo pensaba en silencio qué fortuna la suya haber encontrado aquel camino. En el umbral de aquella puerta imaginaria, ya no recordaba todo lo vivido antes de aquel instante. Olvidó las ataduras que la aprisionaban y, en un impulso agitado, desprendió las ligaduras que plegaron sus alas. Ya estaba dispuesta.

El retorno
     
 Cerró los ojos, e inspiró de nuevo. No le abrumaba la montaña, ni la fortaleza amurallada, ni la límpida torre que se erigía, huérfana de muros, frente a él. Su hazaña había sido recuperar, por un momento, la antigua sensación de libertad que prometía la leyenda del camino que acababa de subir. El recuerdo silencioso de las experiencias pasadas se borró de su mente, para dejar paso a sus anhelos secretos. Aquel destino improvisado revivió en su interior el voraz instinto de desear de nuevo. Desear para sentirse vivo. Tanto tiempo perdido en las corrientes marinas, que olvidó su refugio en la posada del mar donde se dejaba seducir por el canto de las sirenas. Algún día habría de regresar a ella para recuperar las palabras perdidas. Las infinitas historias que salieron de su pluma salada, de tinta de calamar. Ahora sabía que siempre habría más calles como aquella que dejarían trepar sus sueños; un sendero trazado para que sus pies lo recorrieran. Divagando en aquella esperanza, supo que era el momento de regresar.

Cruce de caminos
     

En el punto justo donde sueño y realidad se cruzan, se encontraron sus miradas. En el ascenso, ella apenas rozaba los peldaños empedrados con la punta de sus dedos. Mientras, él empapaba de agua de mar y de recuerdos el camino desandado. Se miraron, como quien contempla su propio reflejo, con el tiempo suspendido en las pupilas y mil preguntas en la mente. En el mundo anudado de donde ambos habían escapado, eran efímeros los instantes en los que el pasado regresaba para liberarlos del presente. Pero allí estaban, con la tierra vibrando bajo los pies y los recuerdos flotando en el aire. Nadie más podía haber sido tentado así, en aquel lugar, y de aquella manera. A punto de rozarse el pensamiento, esquivaron suavemente las palabras, para proseguir caminos distintos. Al fin y al cabo, solo buscaban una promesa de libertad que siempre llegaba a destiempo.

4 comentarios:

  1. Me gustaron los tres, pero el cruce de caminos me ha parecido sublime.

    Besotes!

    Pd: Como te noto inquieta, inventando tus propios retos de Ealpapel y vociferando en La travesía jajjajaja te informo de que vamos a crear un proyecto entre unos cuantos desertores de la andadura Colifatense ¿te apuntas? No será tan estricto con el tiempo ni estresante, pero anónimo en presentación y transparente. Aún no está esbozado, ya te pondré al día, estúdialo.

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  2. Hola Maria.Me gusto mucho lo que escribiste. Soy devorador de historias en este mundo bloguense. Encontré tu rincón casi por casualidad al tiempo que empezaste a escribirlo y desde entonces te sigo. Aunque nunca antes comenté no he podido resistir la tentación de hacerlo esta vez. Por esta historia que, como todo lo que escribes, termina atrapando. A quien no le hubiera gustado estar en ese cruce de caminos.
    P.D. No sé si lo has hecho ya, pero deberías proteger lo que escribes y registrarlo.

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  3. Gracias por tus palabras Mario. Es muy agradable encontrar lectores anónimos que disfrutan de las cosas que escribo y que dicen abiertamente que disfrutan con ello. Te doy la bienvenida a mi jardín, que ahora también es un poco tuyo.
    Gracias por el consejo final. Hace un tiempo que empecé a tenerlo en cuenta.

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  4. No sé qué puedo decirte, porque me has dejado extrañamente muda, mientras releo y rememoro cada uno de tus tres relatos. Me parecen tres grandes joyas: hermosas y deseadas.

    ¡Enhorabuena!

    Besotes.

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