domingo, 20 de octubre de 2013

Enganchada







El eco de tu voz se expande por mi mente, y mis neuronas, excitadas, multiplican por mil  sus conexiones. Así descubrí por qué erizas mi piel cuando me tocan tus manos; o dónde se va el aire,  que no llega a mis pulmones, si respiras frente a mí. Sometes mi boca al pulso de tus labios y, ya perdida, sin razón ni voluntad, te haces dueño de mis actos.
Ahora, en la distancia, contraídas las pupilas por tu ausencia, hallaré la manera de cortar los minúsculos hilos que te atan a mis pensamientos.  De nuevo seré libre. Nunca más seré feliz. 


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