sábado, 26 de abril de 2014

Cuando las palabras se encuentran


De tertulias literarias se llenan las plazas cuando los versos, grabados en piedra, se despegan de sus losas y vuelven a flotar en el aire. Los hambrientos de inspiración se codean con los ilustres inmortales, en paseos al atardecer. Rebotan los ecos de prosa antigua por las calles adoquinadas, y los fantasmas de quienes fueron luz hablan en susurros a los nuevos autores.
Almas vivas al encuentro de nostalgias, las que trae la sierra desde el pasado, las que brotan de las grietas de piedra de la Judería y se hacen pergaminos y, más tarde, tesoros.
Un niño baja corriendo por la calle Deanes,  camino de la catedral. Lleva bajo el brazo un libro, y aventura en los ojos. No entiende de lo antiguo, ni de bustos, ni de joyas encuadernadas. Pero su mente es despierta y su corazón, cordobés. Su historia solo necesita una destreza para quedar grabada, la que le dio su tierra: memoria.





2 comentarios:

  1. María, quizás sea mi sensación, pero creo que este relato es una porción de una historia más larga, en el que por otra parte, se entremezclan varios mundos y tramas, como sucede en las calles con historias, donde los escritores solo deben sentarse a que las musas les iluminen. Espero que ese sea tu caso.

    Saludos.

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  2. Mi espíritu se ha despertado de su secular letargo al evocar con tan hermoso lenguaje mi amada Colonia Patricia Corduba, e imaginar, llevado por tu fluido verbo, las palabras de Lucio Anneo Séneca y Marco Anneo Lucano, rebotando entre las viejas piedras del Foro Colonial. Y me ha invadido la nostalgia ante la entrañable imagen de ese inquieto niño corriendo por el Cardo Máximo hacia la ribera del Gran Betis.

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