viernes, 25 de abril de 2014

Promesas imposibles


La lluvia de verano trae en el aire un intenso olor a tierra húmeda. Abandono las calles empedradas y camino hacia el arroyo, dejando que los pensamientos se escapen con la misma precipitación que las gotas al caer.  Como en un ritual, ajena al mundo, me despojo del vestido y la rutina. Me gusta sentir el suave tacto del agua resbalando por mi piel,  y deshacerme con ella en la corriente. Así, con los ojos cerrados, espero tu llegada. 
Las tormentas de septiembre te trajeron un día consigo. La primera vez que te vi, estabas sentado junto al agua, inmóvil, desdibujado con el paisaje. Ninguno fue consciente de la presencia del otro hasta que un trueno nos sobresaltó y puso al descubierto nuestro secreto. Por un instante, un amago de huida impulsó nuestros pies, pero, perdido el miedo en la mirada, se esfumó la amenaza. Desde entonces, regresábamos allí con la lluvia, silenciosos, compartiendo sonrisas empapadas.
Los vacíos en el aire descubrieron tus palabras y se enredaron en mis tobillos, deteniendo el mundo. Ya era tarde para emprender el camino de vuelta. La verdad se abría paso en mis pupilas dilatadas. 
Hoy, después de tres veranos, al fin invades mi espacio y llenas de esperanza esta atmósfera embrujada. Una promesa escapa de tus labios: "La próxima tormenta", dices susurrándome al oído.
La sensatez no entiende de tentaciones, pero el destino siempre hila muy fino.
Nadie podía imaginar que el año que habría de venir sería de sequía. 


1 comentario:

  1. María, una bonita historia de amor imposible lo que refleja este relato, por esa costumbre, muy mala por cierto, de dejar para el futuro lo que se puede realizar en el momento. Y máxime con el amor, que las oportunidades quizás solo se presentan una vez.

    Me gustó cómo recreaste el encuentro de los dos personajes, muy original por otra parte.

    Saludos.

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