sábado, 2 de agosto de 2014

Primer amor





Martín colocó, de nuevo, la vela de papel sobre otra de las galletas de Sofía. Ella solo pensaba en que él, al fin, había accedido a incluirla en sus juegos. 
Cuando la pasta se reblandeció por cuarta vez al contacto con el agua, y el barquito naufragó, corrió hacia donde estaba su madre en busca del paquete. Aquella tarde no le importó sacrificar la merienda. Por primera vez, se le había quitado el hambre.  

2 comentarios:

  1. Tierno relato, con su toque de humor, en el que se pone de manifiesto la primera lección que es necesario aprender: que amar es sufrir, incluso aunque sea, como en este caso, por el estómago.

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  2. Es imposible dejar de pensar en cuántos sacrificios se hacen por amor: aunque estoy seguro de que la sensibilidad que se pone en esa entrega es mucho mayor cuando viene de una mujer. Yo no hubiera perdonado una merienda, a esa edad, por nada del mundo. Y ahora... qué no entregaría uno por una simple mirada...

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