martes, 12 de mayo de 2015

Muñeca rota




     
La dejaron en el rincón más oscuro del desván hecha un ovillo, con un desgarrón en el pecho y la promesa de volver a por ella. En aquel hogar, al otro lado del puente, las horas se hicieron días, y los días estaciones. Nadie sospechó que el tiempo consumiría las costuras de su cuerpo y dejaría a la intemperie su interior. Las arañas del abandono tejieron sus telas entre los pliegues del vestido, y ese fino velo que acompaña a las cosas olvidadas casi la hizo desaparecer por completo. Abajo se escuchaban risas infantiles, los ecos de un mundo que ya no la incluía. La vida continuó devorando los inviernos, esos que empaparon de humedad sus pies de trapo; y las marcas que dejaron fueron tan profundas, que ni siquiera los rayos de sol que se filtraban por el tragaluz fueron capaces de secarlas. 
Pero un día, cuando los recuerdos despertaron las nostalgias del pasado, unas manos familiares la recogieron de entre las sombras. Remendaron sus jirones y recompusieron su naturaleza. Y, aunque regresaron las palabras de afecto y calentaron sus noches, hubieron de volver a coser sus heridas con puntadas de fino hilo, una y otra vez. Nunca más la desterraron, pero ella  jamás consiguió ser la misma.


5 comentarios:

  1. María, siempre hay un mañana para un día triste y un roto para descosio, como se suele decir, se trata de aprender y de tirar pa adelante. Tú lo demuestras muy bien utilizando este muñeca como protagonista; he sentido esa soledad al leerte.

    Buen micro.

    Abrazos.



    ResponderEliminar
  2. Pasear por tu jardín siempre es una experiencia intensa, María. Maduras como escritora o tal vez sean las emociones las que evolucionan, no lo sé. Sea como fuere, tu relato destila tristeza y una inusual desesperanza ante el regreso de los afectos perdidos. No puede haber heridas tan profundas, ¿o si?

    ResponderEliminar
  3. Espero ansioso la segunda parte. Esa en la que la muñeca se pone de pie, renace de sus cenizas y hace desaparecer cualquier nube que se le presente. :) Tus relatos cargados de vida me gustan más que estos jeje...

    ResponderEliminar
  4. Trasmites cómo nadie las emociones. No importa si irradian felicidad o tristeza, lo que impacta es su intensidad. Tú historia no deja indiferente; imposible que lo haga. A mí me gustan todos tus relatos, de vida o de ocaso, ya habrá quien se acerque lo suficiente a sus protagonistas para devolverles la luz.

    ResponderEliminar
  5. Tristeza, desesperanza y forzada resignación: son las tres sensaciones fundamentales que podrían describir esta historia, contada con la emotividad que tú sabes plasmar con tanta maestría. Y la rematas con sabiduría, porque nadie, después de algunas vivencias, puede volver a ser el mismo.

    ResponderEliminar