viernes, 11 de noviembre de 2016

Donde empieza el escritor y termina la luz




La pluma era una prolongación de sus dedos, y los ojos elevaban su mirada más allá de lo que veía cualquier mortal. Por eso, su cuerpo proyectaba una estela de palabras al escribir. Su imaginación siempre iba por delante, y él desaparecía.

1 comentario:

  1. Los escritores bajitos, en el solsticio tropical, proyectamos sombras breves. Los gigantes que residís tan al sur, en los largos atardeceres equinocciales, alargáis vuestra estela al infinito literario.

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