viernes, 18 de julio de 2014

Condensando emociones




Pensé que estaba preparada para convertirme en nube. Cuando empecé a subir, y tuve todo el cielo para volar, me estiré cuanto pude para disfrutar de mi recién estrenada libertad. Llegué tan alto, que las corrientes de aire me arrastraron sin control, haciéndome oscilar; entonces supe que viajar demasiado rápido me producía vértigo. No me importó mucho; las cosquillas de la velocidad me volvían más liviana y blanca.  Por eso conseguí acercarme al sol. Bajo sus rayos,  mi silueta se proyectaba enorme sobre la superficie de la tierra, y me sentía distinta a las demás. Allí arriba solo yo podía filtrar su luz, y él lo hacía con mis sombras.
Cuando la noche se llevaba a mi compañero, la soledad me embargaba, y vagaba de un lado a otro hasta encontrar más nubes; me apretaba contra ellas, y me quedaba observando los pequeños guiños que me dejaba sobre la luna. Las noches de absoluta oscuridad, en las que las señales no llegaban, la tristeza se instalaba en mi interior. Me volvía gris y pequeña, y tan irascible que podía verse el resplandor que producían mis propios relámpagos.  Pero siempre volvía a amanecer.
La tarde del eclipse dormitaba en cielo raso. Una fría ráfaga de aire me atravesó por entero y, cuando quise darme cuenta, mi adorada estrella solar ya no calentaba mi húmedo cuerpo. La luna, inmensa y poderosa, se había interpuesto entre nosotros,  y él la abrazaba regalándole toda su luz.  El dolor de su pérdida me hizo descender poco a poco, mientras mis lágrimas me volvían frágil y débil. Apenas fui consciente de cómo sucedió, pero, sin darme cuenta, terminé deshaciéndome sobre el mar.
Nadie me dijo que las nubes somos efímeras, y que el sol siempre regresa, libre y eterno. Ahora espero en cada marea que él se acerque lo bastante a mí, para que vuelva a elevarme de nuevo.

2 comentarios:

  1. Un muy bello relato donde lo esencial deja ser efímero para ser tiempo detenido en ese breve momento.

    Buen finde!

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  2. La infinita hermosura del relato no dejará sin respuesta la invocación última. Si ese sol es apenas sensible, acudirá con presteza a liberar a esa nube atrapada entre las aguas, y la hará elevarse a lo más alto, allí donde reside la libertad, acariciando con sus rayos su trémulo cuerpo.

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