miércoles, 25 de marzo de 2015

Guardando tu desmemoria





Mi adorada Manuela:

Hoy te descubrí frente al espejo, contemplando una imagen que no reconocías, y de nuevo se me partió el corazón al ver tus lágrimas silenciosas. Ha sido mi mano la que ha acudido presurosa para conducirte al rincón más especial de nuestra casa, frente a la vieja librería, y, como cada noche, tus delicadas manos de pergamino han elegido el libro rojo de la repisa. No hay ninguno igual a él; su intenso color destaca sobre el ocre apagado que domina el enorme muro de papel. Lo has abierto despacio, dejando que las hojas se deslizaran entre tus dedos, y te has detenido frente a una palabra subrayada: "siempre". Esa señal parece despertar un recuerdo apagado en tu memoria, porque veo cómo se cimbrea tu figura de pies a cabeza.
Cada día estoy más seguro de que esas letras, que segundos antes eran un confuso ejército de signos, se elevan de improviso en el papel y forman una estrecha escalera de caracol para hacer que tu espíritu ascienda. Intuyo en el brillo de tus pupilas los sueños olvidados que, enredados en tus cabellos grises, los vuelven de un castaño intenso, y cómo tu rostro apagado se transforma en una cara pecosa de ojos vivos.
Conoces esa historia; yo la escribí para ti. Narra atardeceres de otoño acompañados de nuestros besos, y mañanas abrigadas al calor de las caricias. Lástima que, desoyendo mis deseos, cerraste los ojos, y pude presentir cómo las emociones caían con suavidad a tus pies, volviendo a ser frases ordenadas y silenciosas. Yo siempre espero tu vuelta, sin moverme de tu lado, intentando ocultar el breve instante de dolor de mi rostro. Me miras con reparo, preguntándote quién es el extraño que coloca el libro en su lugar y te besa la mejilla.
—Siempre —te murmuré en voz baja. Pero tú ya no me escuchabas.
Sentados en el sofá, he deshecho las horas leyendo para ti, despertando los recuerdos compartidos y describiendo con mi pluma hasta el más leve detalle. Te cuento, como si fuera la primera vez, el instante en que me prendé de tu sonrisa al robarte aquel beso, en una fría tarde de enero. Y a veces, Manuela, cuando el corazón empieza a añorar el amor perdido, se me quiebra la voz y sujeto a duras penas el desaliento.
Pero hoy sucedió algo que merece ser escrito en nuestro libro. Cuando una lágrima furtiva cruzó mi rostro, tú detuviste la caída con una caricia. Me miraste confusa y me preguntaste: —¿Por qué lloras, cariño?
Y ha sido en ese breve instante en el que el destino nos regala un poco de presente, cuando nuestras almas se han reencontrado, mi vida. Quería que supieras que me has hecho el hombre más feliz del mundo.

Con todo mi amor,
Antonio

Ganador del III Concurso de Cartas de Amor de Holiday Rural. Febrero de 2015

1 comentario:

  1. ¡Enhorabuena, María!

    Leída otra vez esta carta aprecio su encanto que, para mí, radica en esa capacidad de agarrarnos de la mano desde la primera palabra y no soltarnos hasta la última como si fuésemos Manuela y estuviéramos recordando, sin recordar, viviendo sin vivir. Es muy nostálgica y sentida, y demuestra que el amor verdadero perdura aun sin memoria.

    Justa vencedora y y me alegro mucho que vivieras una experiencia como la entrega de premios. Vivirás muchas más, seguro, Escritora.

    A seguir.

    Besos.

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