lunes, 13 de enero de 2014

Miel y canela


Jamás  la había visto así, con el pelo recogido y ropa informal. Se marchaba, y había decidido que la despedida fuera con una cena de compañeros en su casa. Fui el primero en llegar, y la conversación fluía con la misma naturalidad con que se movía por la cocina. Olía deliciosamente, y me permitió que probara aquel postre que aún se enfriaba sobre la bandeja.
Crucé su mirada como si fuera la primera vez que la veía, y sentí el impulso irrefrenable de besarla. Sucedió, y  el tiempo se detuvo en esos segundos para luego seguir su ritmo, devolviéndonos a la misma realidad que la sacó de mi vida. 
Dos años después, el recuerdo de aquel beso regresa, sacudiéndome de pies a cabeza. Con impaciencia, pago la cuenta y salgo del restaurante dejando sobre el plato los restos de un delicioso pastel de manzana. Tengo que encontrarla. 

1 comentario:

  1. María, un buen microrrelato que viene a evidenciar el espíritu de la escalera, ese que dice que más vale lamentarse por aquello que se ha hecho mal que arrepentirse por lo que no se hizo. Si el protagonista se hubiese declarado quizás ahora..., bueno aunque si ahora la encuentra y tiene suerte, igual pueden festejarlo comiendo perdices.

    Buen micro culinario.

    Saludos.

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