viernes, 24 de enero de 2014

Irresponsable patológico


Hace exactamente un año, mi chica me dijo que había llegado el momento de dar un paso más en nuestra convivencia. Recuerdo que me lo soltó mientras cenábamos mi comida favorita: lasaña casera. Debí haber imaginado que algo tramaba; solo cocinaba "mi plato" el día de mi cumpleaños, en vísperas de algún viaje,   o cuando se sentía culpable por haber gastado demasiado dinero en renovar su vestuario, tal vez intentando sustituir una "pasta" por otra.
Teniendo en cuenta que había cumplido años en mayo y que no pensábamos ir a ningún lado, inmediatamente pensé en la ropa. Tardé unas milésimas de segundo en atar cabos: avanzar en lo nuestro, ropa nueva… ¡Dios! ¡Se había comprado un vestido de novia y quería que nos casáramos! Pero no; no quería hacer eso. 
Esta vez el motivo era distinto. Quería un perro. Pensaba que una mascota nos haría estar más comprometidos en un objetivo común. Tener que cuidar de un animal peludo para demostrar mi confianza en nuestra relación me pareció del todo absurdo, cosa que me abstuve de confesarle. Me imaginé a mí mismo esclavizado de paseos matutinos y vespertinos, sin poder viajar a ningún lado y recogiendo excrementos en minúsculas bolsitas. Casi preferí que me hubiera propuesto matrimonio.
Me costó horrores convencerla de la idoneidad de empezar por algo más sencillo y menos engorroso. Aceptó a regañadientes, y decidimos que lo más adecuado era un acuario. Pero no creáis que sería una simple pecera con una vulgar carpa dorada; nada de eso. Nuestro hábitat marino tenía unas dimensiones adecuadas al mueble del salón donde lo ubicamos. Doscientos litros de agua, seis parejas de peces tropicales, termostato de temperatura, filtro de agua, test de PH, anticloro,  plantas limpiacristales,  y paciencia. Mucha paciencia.
Alguien debió decirme en la tienda de animales que para manejar todo aquello debía sacarme un máster en acuicultura. ¡Y yo que pensaba que mi novia era delicada! Uno se queda fuera de juego cuando descubre que una simple diferencia de un grado de temperatura mata a una mierda de pez de dos centímetros. ¡Joder! ¡El segundo día ya se me habían muerto cuatro!
Mi chica empezaba a mirarme raro,  y aquello se estaba convirtiendo en una cuestión de honor. Miraba el termómetro catorce veces al día, les daba de comer, comprobaba que las burbujitas oxigenaban de manera adecuada el agua, limpiaba filtros, y me aseguraba de que los indicadores de acidez no cambiaban de color. Ni siquiera me importó la noche de insomnio que pasé buscando un generador el día del apagón.  Mis ocho peces de colores parecían felices. Tres eternos meses más tarde, lo tenía todo bajo control.
Aquel triunfo bien merecía la pena celebrarlo, y lo hice cenando en un japonés y tomándome unas copas con los amigos. Demasiadas, tal vez, a juzgar por las consecuencias. No me preguntéis cómo, pero en alguna transición onírica, estando ya en mi cama, volví al restaurante a cocinar sushi.
Las lagunas mentales, a la mañana siguiente, se despejaron en cuanto mi novia gritó y la verdad me estalló en la cara: me había convertido en un asesino en serie.  Sobre la encimera, ocho víctimas apenas reconocibles empezaban a presentar un aspecto algo reseco. Junto a ellas, el arma del crimen, la maza de machacar nueces.
Juro que no recuerdo nada de lo que pasó. Fue tanta mi consternación y sufrimiento,  que mi novia no tuvo más remedio que perdonar aquel episodio. "No te preocupes", me decía mientras me llevaba a la cama; "demasiada presión para ti", continuaba mientras se desnudaba; "era mucha responsabilidad". En este punto, mientras echábamos el polvo del siglo, yo estaba ya casi consolado. "Ha sido un accidente", dije con tristeza. Curioso. Justo lo mismo que me dijo ella a mí, cuando al mes siguiente me comunicó que estaba embarazada. 
Nuestro accidente se llama Jesús; yo lo llamo Nemo cuando no me oye nadie. De momento no vamos a tener perro. 




1 comentario:

  1. María, un relato que engancha desde el principio y que juega con el sentido del humor para mostrar cómo o pueden ser las relaciones de pareja. Y es que hay gente muy irresponsable por ahí, veremos qué tal con el "accidente".

    Saludos.

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